julio 19, 2007

Cerca de la revolución


A veces pienso que nunca llegaré a ver feliz a nadie.

Hace tiempo que estoy viviendo en la ciudad y esa sensación me invade desde la primera hora. Las noches fueron eternas al principio, en las que me costaba cerrar los ojos por causa del ruido de motores y las luces de los autos. Con las persianas bajas, era casi imposible dormir por el calor y ente las rendijas se filtraban los rayos de los ojos de aquellos monstruos mecánicos que corrían carreras a ningún lado por la avenida cuatro metros debajo de mi cama.
De chico viví en un complejo de diez casitas, cada una de ellas con un pequeño jardín delante. Extrañé durante un tiempo el fondo de ese lugar en el que jugábamos al futbol o construíamos chozas con ramas, cartones, trapos. Era un terreno que con los años nos enteramos con consciencia que no era nuestro, que en la línea certera en la que terminaba el cemento y comenzaba el pasto y la tierra, habría en algún momento una medianera. Llegaba hasta la calle de atrás, Rincón, que no estaba asfaltada y era lindera a las vías de un tren de trazos modernos con primer vagón de perfil aerodinámico salido posiblemente de la primer película de Flash Gordon, allí por los ´60. Media unos treinta o cuarenta metros de largo y alrededor de quince de ancho.
En la primavera temprana, salíamos de la hibernación y la primera imagen era un pastizal que nos llegaba a la cintura. Como si se tratara de la confección de un plan de batalla, nos organizábamos para el corte del pasto, recoger la basura, sacar los cascotes y apilar en una montaña situada en algún lugar estratégicamente previsto los despojos de la faena para en una ceremonia cuasi tribal, proceder a la quema de las brujas del invierno en una hoguera que duraba hasta ya entrada la noche. Entre las vías y la calle corría una zanja en la que cazábamos ranas, renacuajos, y toda clase de insectos que reteníamos en frascos y luego olvidábamos condenándolos a una muerte segura.
Recuerdo las peleas entre ropa colgada vs. picadito, con un score histórico ampliamente favorable a ropa colgada, ya que contaba con el apoyo técnico de “las madres” quienes mediante un autoritario NO, desvanecían todo intento de recreación deportiva, incluso camuflado detrás de un “pateamos despacito”.
El fondo, fue el escenario en el que de noche, muchos perdimos el miedo a la oscuridad, quizá buscando un lugar imposible de descubrir por quien le había tocado la desafortunada tarea de contar, en escondidas en las que cada vuelta podía durar más de media hora.
Fue el aula en la que muchos de nosotros hicimos nuestras primeras armas con los asados, arrebatados y con tapa de asado en lugar de vacio, fraudulentamente vendida por alguno de los carniceros del barrio, aprovechándose de nuestro nulo conocimiento sobre de cortes de carne, con el carbón mal calculado y la correspondiente corrida al mercado en busca de unos cinco o diez quilos extras, por supuesto también mal calculado.
De este lado de la frontera o límite entre la casa y el fondo, estaba la pileta que, con un plan similar al de la limpieza del fondo en primavera, acondicionábamos en el eminente verano.
Depósito invernal de cuanta cosa anduviera suelta por ahí, sumada al agua de la lluvia que con el pasar del año llegaba a tomar un color negro digno de una ciénaga, la pileta era el centro de reunión desde el comienzo prematuro de las vacaciones. En una especie de asamblea legislativa, dictábamos las leyes de convivencia y uso después de arduas discusiones en las que surgían reglamentaciones respecto de los amigos o familiares que vivían fuera del fuerte, el uso de la ducha y la condena lapidaria a la “hora del silencio” que nunca entendí por qué su nombre era “la hora” si en realidad eran dos. Dicho tormento iba de las 13 a las 15 y tenía como objetivo pocas veces cumplido, que tomáramos una siesta e hiciéramos la digestión. Lo único que hacíamos era mirar el reloj esperando que las agujas con una ayuda divina, se acerquen al 3 y al 12. Supongo que en uno de esos días, decidí ser agnóstico.
Muchas veces, salíamos de nuestras casas para ver si alguien había dado el primer paso. Si existía algún temerario e intrépido revolucionario, era seguido por el resto, tomando como base de operaciones los bordes de aquel rectángulo del deseo, por supuesto con completo e inquebrantable mutismo, que sólo era violado 10 segundos antes de las 15 con el inicio de una cuenta regresiva que terminaba en un chapuzón multitudinario, violento y acompañado por gritos de locura y éxtasis desenfrenado. Habíamos tomado la Bastilla.
No conocimos por mucho tiempo a los vecinos ajenos al complejo. Claro que sabíamos quienes eran y donde vivían. Muchos eran compañeros de escuela, amigos de amigos. Nos cruzábamos en el ritual de los tediosos mandados ordenados por “las madres”, mirándonos muchas veces sin hablarnos pero con cara de “te entiendo, yo también soy víctima”, al cargar con vergüenza esas bolsas floreadas o a rayas impropias para la estirpe de cualquiera de nosotros, y digna de ser causal de despido para cualquier asesor de imagen. Quizá esa comprensión mutua por un sufrimiento común y nunca jamás después comentado, fue parte de lo que contribuyo a afianzar esos lazos que no se desatarían.
La salida del fuerte fue progresiva. La seguridad de lo conocido fue gradualmente desapareciendo con los años. La casa pasó a ser el barrio. El futbol siguió pero en un baldío que estaba al cruzar la calle, en la esquina, donde al principio no conocíamos a nuestros propios compañeros de equipo y menos a los rivales. La elección de los integrantes por medio de un democrático pan y queso. El futbol había ganado, no había ropa colgada.
De a poco y sin darnos cuenta, el barrio extendió sus límites. Venían de la lejanía, del otro lado de la vía, del otro lado de la avenida, de cómo seis cuadras. Y el futbol siguió por un tiempo, hasta que también sin darnos cuenta, se transformó en algo esporádico y anecdótico. La escondida en el museo y la pileta no tanto.
Y un día se escucho “Viste a la hija de…?” y lo importante pasó a ser el sábado pero no por el futbol sino por la música. Y la asamblea se reunía nuevamente pero no para ver quien cortaba el pasto sino para decidir dónde íbamos a bailar a la noche.
De repente, la dictadura del estudio, del trabajo, de la mudanza. Y el barrio que vuelve a ser casa. El círculo que se achica y con el los límites. En reuniones clandestinas de partidos proscriptos los sábados seguían pero con algunas bajas. Fulano tiene parcial el lunes. Mengano laburó como un perro toda la semana, está muerto. Y los que sobrevivimos o lográbamos escapar con mínimos rasguños nos encargábamos de mantener ese bastión lo más en pie que fuera posible.
Y la mudanza y el exilio. El vacio. Y todo se perdió. Lo perdí. Lo dejé escapar. El duelo. Mirarse las heridas. La sangre. Las curaciones de urgencia y la rehabilitación. Aprender a caminar de nuevo. Despacio. Analizar errores, estrategias equivocadas. Planificar todo otra vez. Sacarle el polvo al uniforme y al casco. Revisar el arsenal. Vencer primero la vergüenza de haber escapado a las balas. Vencer primero al miedo de salir al campo de batalla, a esta puta ciudad que mata pobres corazones, a esta tiranía auto impuesta. Ensayar el discurso muchas veces para después darse cuenta que lo que falta es valor para levantar un simple tubo de teléfono y marcar ocho simples números. Y otra vez ensayar ese entreverado, patético y andrajoso discurso, con explicaciones banales, sin sentido, excusas que como tales siempre son inútiles. Discurso que constaba de sólo una palabra. Perdón.
Con la mano amiga o no tanto de las nuevas tecnologías en comunicaciones, sin dar la cara, salió un día una moderna paloma mensajera virtual, que llevaba en su pata un mensaje con un tímido y cobarde cómo estás. La paloma volvió con un bien y vos?
Las barreras se levantaron de golpe haciendo un ruido ensordecedor que muchas veces vuelvo a escuchar en sueños, pesadillas. Las trincheras de repente aparecieron sin el agua que las inundaba y de la que todavía siento el frio. Las armas que se destrabaron. Las medallas de antiguas batallas libradas que ya no importan estaban relucientes. La imagen a lo lejos de la silueta inolvidable de cada uno de ellos.
Fue en un aniversario bajo el signo de aries, el que tuve en cuenta en los años que pasaron, pero que en un momento dejé de festejar e incluso llegue a olvidar. El cuartel, un bar de Palermo.
Camuflados entre otra gente que era indiferente a nosotros y que con reciproca ignorancia convertimos en ausencia. Sólo estábamos nosotros y nuestras almas con un par de decenas de cuerpos alrededor.
Y el reencuentro y los abrazos. Y las sonrisas y carcajadas. Y los abrazos y más abrazos. Y las fotos, las imágenes. Y mi hermana tuvo una nena y la otra está embarazada. Y la mía también y está en Andorra. Y yo tengo una hija también. Y las fotos y las imágenes.
Volver al frente. Cargar las armas. Planear nuevamente. Tratar de ganar terreno. Tratar de tomar el poder que ya teníamos sin darnos cuenta. Ahora la ropa la lavamos y la colgamos nosotros y jugamos al futbol cuando y donde queremos. Y la comunicación moderna pero con los mismos códigos, la misma música. Y las lágrimas y el llanto contenido que no permitieron que saliera y que en este puto momento cae a litros pero no inunda nada. Y el discurso que nunca fue dicho. Que no hizo falta. Nunca hubo lugar ni tiempo. Nunca me dejaron hacer lugar ni tiempo para lo que era totalmente innecesario y que quedó en un papel arrugado en mi bolsillo y dice gracias.


A veces pienso que nunca llegaré a ver feliz a nadie. A veces pienso cosas sumamente pelotudas.

39 comentarios:

valentina* dijo...

Increíble. No tengo palabras para halagar este discurso. Me sentí muy identificada en algunas cosas. Recordar la infancia de esa manera es algo hermoso, y parece que poco queda de ello para las generaciones venideras. Es una lástima, pero bue... me quedo con la suya por hoy.
saludos.
Val

Mayfly dijo...

Valentina:

Muchas gracias y no sea tan falta de esperanza. Verá que dentro de unos diez o veite años, alguien repetirá este porst, si es que todavía existe internet.

nolugareña dijo...

Me hiciste llorar! Bueno, a decir verdad no es tan difícil hacerme llorar.

Por un ratito me encontré chusmeando en los recuerdos de un desconocido sensible, linda experiencia.

Igual no llego a entender lo de "nunca llegaré a ver feliz a nadie"...

Besos!

Mayfly dijo...

Noplacera:

Gracias por compartir, tanto los recuerdos como el llanto. Lo que no llega a entender, se explica en el final.

Besos.

Another Girl dijo...

Excelente relato. Me gustó conocer tu niñez, y verla de afuera, pero no tanto. Raro, difícil de explicar.
De la mía no tengo casi recuerdos, por desgracia.

Una_de_dos dijo...

Nostálgico... pero muy tierno. Es la primera vez que leo un post tan largo. El comienzo y el final lo dicen todo...

Igual, yo considero que el hecho de que el tiempo pase es fundamental... eso es lo único que hace que al mirar atrás notemos lo bello que era el tiempo pasado...

Eran otros tiempos...

Cariños!

Robertö dijo...

Que diferentes es cada vida y que parecida la nostalgia.

Al igual que Gala of spirits rara vez leo un posteo tan largo, y más raro, lo leo dos veces.

Hasta cuando devoraba los renglones me engañó la visión periférica y donde decía ciénaga se me coló "luciérnaga" y se me multiplicó la nostalgia. Las tardecitas de verano, la hora en donde, niños, ibamos hipnotizados hacia las guiñadas que hacían los bichitos de luz. Hasta olores siento, de aquellos años. Gracias Mayf.

Fiorella Lucía dijo...

siempre quise vivir en un lugar asi, pero desde que tengo un año siempre vivi en un edificio sobre una avenida, en plena capital federal-.

y no se andar en bicicleta ¬¬


saludos.

Mayfly dijo...

Another Girl:

Yo se, y sobre todo usted sabe que si tiene recuerdos. Es sólo una cuestión de ejercicio.

Besos.

Gala:

Me alegra que haya hecho el esfuerzo y espero que haya valido la pena. Mirar atrás, muchas veces es lo que me hace poder mirar para adelante. Cariños también.

Robertö:

No, por casualidad, me hizo recordar que en la calle de atrás, solíamos cazar luciérnagas. Gracias por los halagos.

Monstruo:

Le recomiendo que aprenda a andar en bicicleta ya. Es algo que va a disfrutar mucho y que nunca en su vida se va a olvidar cómo se hace.


Besos a todos y gracias.

Rocío Ricci dijo...

May!, qué belleza de texto, hombre! Pude verte, en todas las etapas. Un abrazote.

Anónimo dijo...

Las luciérnagas estaban sin que las hubieras escrito. Además estaba lleno de grillos. Seguro que sí.

Clementina dijo...

Tuve el privilegio de ser la primera en leerlo. Pero ahora tengo el privilegio de leerlo otra vez y volver a emocionarme. Una mezcla de desazón y ternura. Lo hermoso de este relato es que no me hizo pensar en mi propia infancia, me compenetré tanto entre sus letras que pude ver como una espía agazapada tras la vía, a los muchachos intentando hacer un asado a carbón (debe saber que la leña tiene su magia), jugando un picadito y ganándole a la ropa tendida. Mayfly, es como si nos hubieras robado cortésmente un poco de pasado a todos, y lo plasmaste de una forma sublime. Porque son en momentos tales como “la hora de la siesta” en donde uno empieza a construir una suerte de cosmovisión. Vos decidiste ser agnóstico. Yo decidí que si un día tengo hijos, los dejaré romperme las pelotas soberanamente entre la una y las tres de la tarde. Y me prometí a mi misma no tratar de persuadirlos con un mantecol mediante. Hasta el día de hoy odio esa cosa mantecosa que se hace llamar golosina. Será porque cuando era chica, constituía nada más y nada menos que el arma persuasiva de la trinchera opuesta. Y la maldita digestión.... Y después uno crece y se queda con el papelito en el bolsillo. Por suerte, mientras no se desintegre en algún prelavado, siempre estamos a tiempo de sacarlo y regalárselo a quienes creamos que lo merezca. Yo tengo varios de esos en el bolsillo, y como una cronopia derrochando pasta dental en el balcón, yo ando regalando papeles que tienen una sola palabra. A usted, por este post y por todo, le regalo uno. No esté tan seguro de su última frase. Abrazo desde atrás de la vía. Me invita un picadito?

Mayfly dijo...

Pumpla:


Mil gracias. Tomo ese tipo de cosas que me dice como un objetivo no impuesto pero cumplido.

Besos

Mayfly dijo...

robertö:

Lleno de grillos, como siempre invisibles. Ni le quiero contar lo que hacíamos con los hormigueros porque me ganaré un enemigo. Por supuesto, ya me arrepentí hace rato de los daños hechos a la ecología.

Mayfly dijo...

Clement:

De más esta decirle que está invitada al picadito y juega para mi equipo.

Por lo de sus hijos, seguramente los pasaré a buscar a la una, hora que comenzaremos las clases de murga frente a algun vecindario que intente dormir la siesta.

Yo también tengo un papel en el bolsillo con su nombre, pero tiene escrita más de una palabra. Será, en algún momento de nuestras vidas, un intercambio y compensación que le ofreceré por haber tenido yo el privilegio que usted haya sidola primera en leer los principios de mi memoria y de un sentimiento.

Una_de_dos dijo...

Mmmm... volví a leerlo, y quería pedirle permiso para usar su relato.

Le explico brevemente: soy ayudante de cátedra de una materia de Psicología en la cual mi función es incorporar referencias de Arte y Literatura relacionadas con el módulo que se esté tratando. A lo cual, tu relato me viene muy bien... ¿podré?

Por supuesto que tu nombre estará ahi, en el dossier que arme (y por supuesto te enviaré un copia)

Gracias! Cariños!

Anónimo dijo...

mayf: yo también tuve una curiosidad inconciente y destructiva. En la época que no había play station quemar hormigas con lupas o sacrificar otros insectos tirándolos en un mar rojo de hormigas irritadas era un pasatiempo.
Cree en la ley del karma al menos?
Yo creo que todo el daño que se hace se paga. Yo pago como puedo, en cuotas y a largo plazo.

Los grillos safaron siempre.

Y contar mosquitos y moscas no vale.

Carito dijo...

Veame amigo.Felicidad con atajos y matices.

Anónimo dijo...

La Negra

Que es para usted la felicidad ????
Usted me desorienta-
Si puede contarnos con tanta magia, esa su ni�ez-
Si nos hace emocionar m�s de una vez con sus im�genes y relatos-
La vida es la suma de peque�os momentos �
Sea feliz, y de a poco descubrir� la felicidad de los otros.
Siga pensando cosas, aunque le parezcan pelot�das.
Me emociona leer su blog aunque no haga comentarios seguidos.

Mayfly dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mayfly dijo...

Gala:

La verdad que me siento muy halagado. Por esta vez, me va a dar mucho gusto ser usado por una mujer, o al menos lo que escribo. Me encantaría saber más detalles de todo esto que me cuenta, pero por mail, si se toma la molestia, así no contaminamos mucho esto.

Desde ya, tiene mi permiso y muchas gracias.

Santos rinocerontes Batman!!:

Ya que ha tirado la primera piedra, los hormigueros eran inundados, cazabamos mantis para darles de comer langostas y, para que vea que si valen moscas, las cazabamos atontándolas y las metíamos en un frasco con agujeros en la tapa, por los cuales soltaba el humo de cigarrillos negros el hermano de un amigo que siendo mucho más grande que nosotros, fumaba. Sobrevivientes = 0.

Por lo del Karma, soy agnóstico.
Saludos.

Carito:

La veo claramente hace tiempo. Besos.


Negra:

Bienvenida.

Espero que no pretenda que le responda la pregunta acá, ya que me llevaría un par de gigas. Perdón por desorientarla, pero no entiendo cómo lo hice. A donde necesita que la oriente? Pienso que los sentimientos humanos son, de por si, confusos y no de momentos exclusivos. O sea que, uno no vive un sólo sentimiento a la vez. Sin ir más lejos, cuando escribí este post, había terminado un día angustiante pero exclarecedor para mi alma y mi cabeza. Al terminarlo con mucho esfuerzo, entendi que todo lo que me pasó ese día me serviría para ser un poco más feliz de ahi en adelante.
Muchas gracias por las cosas que comenta y la espero nuevamente, cuando sienta que tenga ganas.


Gracias a todos.

Anónimo dijo...

Cuando uno atrapaba un Tatadios (mantis) uno se entretenía un buen rato. El Mantis sigue su instinto voraz aún atrapado en las manos de los niños. Que animal fabuloso...

Ya sabía que es agnóstico Mayf. Todos los agnósticos que conozco son tremendos buenos tipos, y sin embargo la postura que pregonan no les prohibe ser prácticos y joder gente.
Yo no soy agnóstico porque no quiero.

Una_de_dos dijo...

Sr. tiene mi msn en mi perfil. Agrégueme y le cuento bien de qué se trata... igualmente muchas gracias!!!

Cariños!

Ignacio Martín dijo...

May, no tengo palabras. Es triste, es amargo, pero lo disfruté mucho. Mi primera reacción fue: "Ah, entonces no hay manera, es inevitable perder y que el olvido y la desmemoria nos chupe a todos". Pero ya pasé por eso y en un momento me pareció irremediable no volver a ver a mis amigos, dejarlos escapar y no mover un dedo por alcanzarlos (eso de marcar ocho números puede ser casi tan temerario como cruzar a pie un campo minado). Y sin embargo en este último tiempo y muy de a poco volví a retomar contacto con ellos, muy de a poco porque había pasado bastante tiempo. Que siga ocurriendo y que les ocurra a todos y que sea una batalla casi de por vida es algo que -ahora, leyéndote- es más bien alentador y motivador que motivo de desesperanza. Ayuda mucho saber que uno no está solo en esto y que somos varios los que no nos rendimos. Un abrazo grande. Y me alegra que te haya gustado el libro. Opinión autorizada la mía, eh, jajaja...

Mayfly dijo...

Pedazos:

Muchas gracias por lo que comenta. Uno de los objetivos de este post es precisamente mostrar que aunque uno cre que ha perdido batallas mortales, incluso que ha traicionado, siempre habrá soldados dispuestos a reincorporarlo a uno a sus filas. Esos, cada vez menos, pero cada vez más identificables, son los verdaderos amigos. Una especie de aliento para decir que son sólo ocho números, la misma cantidad que marcamos para pedir una pizza y que nos pueden brindar una satisfacción interminable.

Por supuesto que su opinión sobre libros es autorizada.

Saludos y gracias nuevamente.

Carito dijo...

Agregar algo sería complicarla.

Mayfly dijo...

Carito:

La complejidad es ver lo que no está a simple vista. Consiste en parte por pericia del observador y en parte por el modo de saber o querer esconder por parte del observado. En este caso, un poco de cada uno. Ni el observador es tan diestro, ni el observado quiere esconder tanto.

Felicidad con matices, puede ser. Creo que es más por momentos.

Besos felices.

Carito dijo...

Creo que ya se lo dije alguna vez, igual repito, du si que sabe leer entre lineas.
Felicidades

Carito dijo...

aclaración: du = Ud. (es el cigarrillo vio)

Mayfly dijo...

no aclare que oscurece Carito.

Lou dijo...

Yo también, a veces, pienso cosas sumamente pelotudas.
Este es un excelente post.
Por suerte, también pienso otras cosas no pelotudas -la oración anterior lo confirma-.

Mayfly dijo...

Lou:

Bienvenida, sobre todo por su nombre. Donde ha dejado a la velvet? Muchas gracias por su comentario.

Saludos

Anónimo dijo...

Leyendo, me acordé de esto, que escribió Silvio Rodríguez. La verdad, hermoso el post.

Me veo claramente
mascando un pedazo de hierba mojada.
Me veo claramente muy sucio y feliz.
Me veo descubriendo
descalzo un buen río de plantas ahogadas.
Me veo claramente lejano de aquí.

Me veo claramente
haciendo preguntas que ya conocía
con indiferencia ante el "ya crecerás".
Me veo claramente tan aventurero,
hecho un asesino de azúcar y pan.
Me veo claramente si miro detrás.

Me veo claramente
en la mano una noche, lugar de aprenderme
con miedo y paciencia lo que era el amor.
Me veo apretado
al calor de unas piernas, tragando del aire
un planeta tras otro, bañado en sudor.

Me veo semialzado
en la luz de esa hora, riéndole al techo,
riéndole a ella, riéndome a mí.
Me veo claramente tan digno de amantes
y breves países de felicidad.
Me veo claramente,
me veo claramente si miro detrás.

Me veo claramente
marchando a campañas de guerra entre todos
y yendo tras guerras privadas también.
Me veo claramente
la primera noche con una guitarra
tan pálidamente como cuando fue la primera mujer.

Me veo tan atento a los ruidos internos
feliz tristemente
queriendo de veras ser mucho mejor.
Me veo claramente
buscando palabras que sepan dar vida y dar muerte al amor
me veo claramente
me veo si miro a mi alrededor.


Gracias.

Mayfly dijo...

Anónimo:

Lástima que no sepa a quien tengo que agradecerle el recuerdo de un tríptico, ya no se cuál de los volúmenes.

Gracias, de todas formas por el comment. Le devuelvo la gentileza.

"Hoy yo que tenía que cantar a coro me escondo del día, susurro esto solo."

Lou dijo...

A la velvet no la dejé, siempre me acompaña. Y no está mal tener siempre un terciopelo cerca. Reflexión dadá.
Saludos!

Violeta Lapislazuli dijo...

Hola, May!

Qué hermoso texto encontré al volver a visitar tu blog... ¿Me parece a mí o está escribiendo cada vez mejor usted?

Creo que sería más grave pensar en que uno nunca podrá verse feliz a sí mismo... quizás sea un pensamiento un tanto egoísta el mío, no lo sé.

Besotes

Mayfly dijo...

Violeta:

Me agrada que su regreso haya sido placentero, tanto como su estancia fuera del cybermundo. Gracias por los halagos, pero es sólo un poco de práctica y dejar que el corazón se abra y hable.

Por suerte, uno tiende a no ser casi nunca egocéntrico y mira a los demás antes que a uno mismo. De una u otra manera somos felices, sólo que a veces no nos damos cuenta.

Besos.

SoloKieroGritar dijo...

Quiero comentarte muchas cosas y no sé cómo ordenar los pensamientos. Capaz que cuando los tenga más claros vuelvo. Mientras, te dejo mi beso.

Mayfly dijo...

Solokiero:

Gracias por el beso y tómese su tiempo que todavía queda un poco. Vuelva cuando quiera pero no me grite si?.

Saludos