noviembre 21, 2007

(am I) LOST (?)


No soy de los que no miran la televisión por una cuestión de snobismo o porque me quiera hacerme el intelectual. La verdad que en las casas el las que viví siempre hubo tele y en cuanto pudimos hubo cable, había sólo seis o siete canales.
Con el tiempo, la cantidad de canales iba aumentando y con ella la cantidad de opciones. Llegó un momento en el que la oferta fue casi ilimitada y ese momento, a mi juicio es hoy.
Convengamos que esto es real. Uno tiene opciones en canales de noticias de distintas ideologías, deportes de los más variados, películas de distintos orígenes y épocas, canales exclusivos de series, de documentales, para chicos, para adultos, para extranjeros, de cocina, etc., etc., etc.
El tema es que lo que me ocurrió, fue que a medida que la oferta aumentaba mi demanda disminuía, premisa básica de cualquier transacción. Terminé viendo sólo algunos deportes que me interesaban, documentales que ya sabía de memoria, el canal I-Sat, y alguna que otra película que me cruzaba en el camino de un zapping furioso y descontrolado.
Cuando me mudé solo, decidí que además de ahorrarme unos buenos pesos (cada vez más) iba a desconectarme del mundo mediático para invertir tiempo en cosas que hacía mucho que no disfrutaba plenamente. Me propuse prescindir de la TV y el cable, de Internet y del teléfono.
Al principio me fue muy bien. Recuperé el hábito de la lectura hasta que llegó a ser compulsivo. En un momento me di cuenta que estaba leyendo 5 libros juntos. Por lo del teléfono, tengo el celular del trabajo y lo uso para mi vida fuera de él también, así que encima de no tener costo alguno por este servicio, evitaba llamadas innecesarias de las personas que al ver el prefijo 15 delante, inmediatamente pensaban en que el precio por una boludez sería mayor y desistían. Lo de la TV realmente fue la gloria. Tomé conciencia del tiempo que perdía tirado haciendo zapping sin ver realmente nada y que solamente la extrañaba unas horas por semana, que eran los momentos en que miraba algún partido de algo, o algún programa que realmente quería. Salía mucho, incluso solo, a caminar por ahí, a tomar aire, en vez de estar embalsamado en un sillón con el movimiento del dedo pulgar derecho ininterrumpido, y la verdad que la pasaba espectacular.
Hasta que un día, por una fatalidad cercana, heredé una tele vieja, que “iba a parar a la basura si yo no la quería”. La acepté, no daba para discutir en esas circunstancias.
El “nuevo” habitante de mi casa, fue a parar al cuarto “dejálo ahí que después me fijo que hago” en el que vivió unos tres meses de ignorancia, junto a seis paraguas rotos, pedazos de una biblioteca vieja, una máquina de tejer, tierra, cables, latas de pintura y otras cosas dignas de habitarlo.
Hace veinte días mi hija vive conmigo tiempo completo, por lo que me pareció “bueno” instalar el cubo maldito y “conectarme” al servicio de cable para que ella no modifique mucho su rutina de mirar los dibujitos cuando almuerza o toma la merienda. Además yo podría volver a ver los partidos de los que me hablaban al día siguiente de haberse jugado, mirar algunos programas estaba obviando y que sabía que me interesarían, mirar algunos documentales y alguna que otra película. Creía que todo iba a estar bien.
Bueno…. en fin…. Un día, un amigo pasó por casa y me dijo:

- Ahhh…, claudicaste?
- No, ni en pedo, dije convencido. Es por la nena y bla bla bla….
- Si, claro.
- Seguís sin saber de que se trata LOST no?
- Si, sigo igual.
- Bueno, ahora vengo.

A los quince minutos estaba ahí, con una pila de 21 DVD con la serie completa. Las tres temporadas que se emitieron hasta hoy.

- Mirá sólo el primer capítulo. Después me devolvés todo.
- Andá a cagar.
- Bueno, vos hacelo cuando quieras, no te pongo tiempos.
- Ok.

La pila de DVD estuvo casi una semana sobre el modular, hasta juntó polvo. Una tarde de lluvia de un fin de semana se dio la situación ideal (?). La nena durmiendo la siesta, la casa limpia, todo bajo control y en calma.
Puse el primer disco y desde ese momento hasta una semana y media más tarde, no hice otra cosa que devorar la serie. La verdad que hace tiempo que no me engancho tanto con algo y está buena.

Así que eso… soy parte del rebaño y qué? Que sigue? La play? La Lola? Que sigueeeeeeeee??????

noviembre 12, 2007

Sólo para adultos


Hija (4 años): Paaaaaaaaa!!!!
Mayfly (34 por poco tiempo); Queeeeeeeeee!!!????
H: Paaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!
M: Queeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!!!!???
H: Vení!!!
M: Que pasa?
H: Veniiiiiiiii!!!!
M: Vení vos que ya vamos a comer!!! Ayudame a poner la mesa.
H: Ahí voyyyy!!!
M: Dale. Llevá los vasos despacito.
H: Que vamos a comer?
M: No me dijiste que querías fideítos de animales?
H: Si.
M: Bueno… vamos a comer fideítos de animales entonces.
H: Vos también?
M: Si, yo también.
H: Pero los fideítos de animales son para chicos.
M: Y no era que hay que compartir?
H: Si, pero entonces cuando vos tengas algo que es para grandes compartís conmigo.
M: Bueno, vemos. (Esto es one way, en la mayoría de los casos, así que vas a tener que bancar un par de años)
H: Y mamá cuando viene?
M: Faltan como 20 días todavía.
H: La extraño mucho.
M: Si, yo también (Sobre todo cuando me acuerdo del año y medio que dormí en el sofá, y de las veces que me preguntabas por qué mamá te mentía cuando no volvía de noche), pero no es tanto tiempo. Mañana seguramente va a llamar.
H: Y cuando llame voy a hablar con ella.
M: Claro. Comé que se te enfría.
H: No me gustan los fideos de animales!!
M: Pero si siempre te gustaron. Además es lo que querías comer vos (Tenés razón, no tienen gusto a nada), comelos así después te comes el postre.
H: Y quien es Clotilde? (Obvio que no se llama así)
M: Sos vos. (Obvio también)
H: No, la que llama por teléfono.
M: Una amiga de papá. (Sabía que no era auto referencial la cosa)
H: Es tu novia?
M: (Después de toser diez minutos) No hija, es una amiga. Papá no tiene novia.
H: Y que es una novia?
M: Es alguien que uno quiere mucho.
H: Y vos a mi me querés mucho no?
M: Si, claro. Un montón (ahí viene…)
H: Entonces soy tu novia.
M: (Ja!) No, una novia no puede ser alguien de la familia (al menos hasta que leas Edipo) y como vos sos mi hija no podés ser mi novia. Entendés?
H: Si, entonces la abuela no es tu novia.
M: Claro… la abuela es mi mamá, entonces no puede ser mi novia (Aunque ella quiera y aunque haya leído Edipo)
H: Y yo puedo tener novia?
M: ….., ….., ….. ehhh…. Mmmmm….. Si, podés. Pero normalmente las nenas tiene novio, no novia. Porque… ehhh… esteeee… lo que pasa es queeeee….. ehhh…. Bueno.. eso. (Dioooooooossss!!!!!!!)
H: Y entonces yo voy a tener novio.
M: Si querés si. (O si querés novia también pero por ahora genial con lo del novio)
H: Y vos a Clotilde la querés mucho?
M: Si hija. (ahí viene… (2))
H: Y por que no es tu novia?
M: Porque uno quiere mucho a otra gente que no es novia ni novio ni familia, a los amigos, por ejemplo. Clotilde es amiga de papá y papá la quiere mucho a ella y ella a papá también. Pero no es mi novia.
H: Como mi amiga Fulanita?
M: Claro, como Fulanita.
H: Fulanita es mi novia.
M: No, Fulanita es tu amiga.
H: Y como se si es mi amiga o mi novia?
M: (Carajo!!! Era más fácil que me preguntes sobre física cuántica porque te ibas a aburrir enseguida) Es fácil. No, es difícil. Bueno… a veces es fácil y otras no. Pero el tema es que a las novias y a los novios uno tiene muchas ganas de verlos y no se aguanta. Y todo el tiempo quiere estar con ellos. (Ni vale la pena que mencione ningún otro tipo de relación. No quiero que me internen todavía) entonces salen a pasear y andan por ahí juntos.
H: Y se dan besos.
M: Si, se dan muchos besos. (etc, etc, etc.)
H: Y van a pasear? Van al cine?
M: Si, pueden ir donde quieran.
H: Y ven la película de Las Princesas.
M: No creo que les guste (Pero se de cosas peores)
H: Y mamá es tu novia?
M: No hija…. Mamá fue mi novia, hace mucho.
H: Cuando yo vivía en la panza?
M: No, antes, bastante antes.
H: Cuando se casaron?
M: No. Cuando uno tiene una novia y se casa, la novia se llama esposa. (Ahí viene (3))
H: Mamá es tu esposa?
M: Ufff…. (Se los dije)
H: Estás cansado?
M: Un poco. Mira hija…. Mamá no es más la esposa de papá. Te acordás que una vez lo hablamos?
H: Cuándo vos te fuiste a vivir a otro lado?
M: Si, claro… cuando me vine a vivir acá te explicamos que mamá y yo… bueno… eso. Que yo no iba a vivir más con mamá ni con vos pero que igual te iba a seguir queriendo y que te iba a ir a buscar para pasear y que te ibas a quedar a dormir acá y esas cosas. Te acordás?
H: Si.
M: Bueno… eso es. Como papá y mamá no viven más juntos, ya no son ni novios ni nada. Comé que se te enfría.
H: Pero igual me quieren mucho.
M: Claro. Te queremos mucho porque no tiene nada que ver con que vivamos juntos o no. Entendiste?
H: Si, entendí. No quiero más fideos.
M: Bueno, está bien. Traé el postrecito.
H: Te traigo uno para vos?
M: No hija, gracias.
H: Pero por qué Fulanita no es mi novia?
M: (Maniobra de escape) porque son amigas. Me dejás poner el partido?
H: Noooooo!!! Ahora empieza Lazytown!!
M: Bueno, vos miralo mientras yo lavo los platos.

noviembre 05, 2007

Aire (Si, para mi también)


Su sueño había sido siempre un Corvette rojo como el de muelle 56. Desde chico miraba la serie al llegar de la escuela mientras comía en casa de su abuela. Lo miraba y se veía manejándolo por la costanera frente al aeroparque, en reemplazo de algún bulevar de Los Ángeles. Se veía a veces con las llaves en la mano, apoyado sobre el capot, casi agachado por la baja altura del auto, pero siempre sonriendo, con lentes oscuros y mirando el río marrón, lejos de aquellas playas de arena y bikinis, lejos de los atardeceres dibujados por el smog nublando el sol naranja.
Nunca había podido hacer siquiera el viaje. Ya de más grande se hubiera conformado con ver la playa y ese atardecer contaminado sentado en un banco y a la espera de algún Corvette que pasara por ahí al menos. Nunca había podido cumplir su sueño.
Desde el asalto, su vida había cambiado totalmente. Hasta entonces habían atracado bancos pero nunca con un resultado tan bueno. Valió la pena la espera, la planificación rigurosa y la logística. Ya habían pasado casi dos años y todavía daba vuelta la cara cuando se le acercaba un policía.
Sonrió al acordarse de la vez que lo pararon en aquel control de la General Paz y Libertador, al volver de la fiesta del Ruso. Le costó cincuenta mangos las dos copas de champagne del brindis luego de la alcoholemia pero la sensación del sudor frio en la espalda la sentía a cada rato.
No podía olvidarse de la cara del tipo que estaba pescando junto al desagüe cuando salieron con el bote. Los miraba sin entender nada, casi atónito. Cuando vio la entrevista que le hicieron por la tele se sintió casi capturado. Pensó que todo estaba perdido y que sólo era cuestión de tiempo hasta que dieran con ellos. Hasta hoy, creía verlo en flashes entre los pescadores de la costanera, para luego convencerse de la existencia del fantasma de esa cara.
Por todos lados todo el mundo hablaba de ellos, claro, sin saber que los tenían en frente comprando el diario, el pan o cargando nafta. Admitía por aquel entonces sentir cierta especie de orgullo, que se fue apagando con el tiempo, reemplazándose por una sensación casi incontenible de tener el secreto bien guardado, más de una vez tentado a contarlo en una borrachera, a modo de broma.
El chivo uruguayo solucionó un poco las cosas y calmó las aguas. Fue cuando decidieron que lo mejor era dispersarse. No volvió a ver a los muchachos desde entonces, ya casi dos años. Ni siquiera una llamada, como habían quedado que sería. Todo a la perfección y cumplido al pie de la letra. La policía cargaba con su muy bien ganada fama de ineficiencia pero tampoco la subestimaban. Soñaba con los rostros de cada uno de los ratis que salieron por la tele en esos días.
La plata no la había tocado. Bien guardada en la caja de madera, dentro de una bolsa y enterrada en el jardín. El miedo de billetes marcados con la numeración registrada lo hacia temblar. Se preguntaba una y otra vez para qué lo había hecho si no podía disfrutarlo después de tanto riego.
Para qué tenia tanta guita si ni se animaba a ir al mercado a comprar asado y pagar con ella. Y las veces que andaba seco esa pregunta no lo dejaba dormir. Las veces que su jefe le gritaba en la cara, casi insultándolo porque necesitaba descargar su mal humor con alguno de sus esclavos, se mordía los labios conteniendo las ganas de decirle que había tenido un rifle en la mano con el que apuntó a diez personas durante dos horas, dispuesto a volarles la cabeza ante el menor movimiento, y que no tendría ningún inconveniente en volársela a él así se quedara quieto hasta acalambrase.
Su vida era un calvario. No le quedaban amigos porque se había alejado de ellos, un poco por protegerlos y un poco por paranoico. Se había peleado con Silvia dos meses después del robo cuando sus días giraban en torno al miedo, la inseguridad y la desconfianza de todo. Nada le venía bien. Nada lograba calmarlo. Estaba solo en casa de su primo, que lo alojó luego de concretar su nuevo estado de soltería forzada, forzada por él mismo. Ya no iba más al club, no salía los fines de semana, no podía pensar en esas vacaciones que tanto necesitaba y que tanto bien le harían, o al menos eso imaginaba. Trescientos cincuenta y seis mil doscientos ochenta dólares. Es increíble como el monto disminuye cuando se trata de plata negra al igual que con las incautaciones de drogas. Las cajas de seguridad servían para eso y ellos lo sabían. Casi tres palos verdes terminaron siendo dos luego de las declaraciones de los asaltados, que se morirían de un infarto si supieran que la mitad de las joyas terminaron en las cloacas. La otra mitad se las había llevado Juán, diciendo que las podía colocar en Paraguay, exceptuando el anillo que se quedó en cuanto lo vio, y automáticamente pensó en ella.
Dos veces estuvo por desenterrar el tesoro. El día que Silvia le habló de casarse y el día de su cumpleaños de ese año, cuando no tenía un mango y puteó el hecho de haber nacido un día veintitrés hasta que la noche y la cerveza lo durmieron.
Cuando entró en la casa se dio cuenta que era jueves porque no había nadie. Su primo jugaba al futbol ese día y la mujer aprovechaba para salir con las amigas. Se sirvió un fernet y se sentó en el sillón. Prendió la tele pero sólo para tener algún ruido de fondo, alguna compañía. Levantó los mensajes del contestador y en cuanto escuchó el “hola” se le aflojaron las piernas. “Es mi cumpleaños, pensé que te acordarías. Si querés pasá por casa a cenar”. Claro que se acordaba y se había arrancado los dedos durante el día para no llamar. Miró el reloj de la cocina como si estuviera esperando que sea la hora de nada. Era la hora de desenterrar el pasado y el anillo y el Corvette.