
Estaba siendo comido por un lobo. Era un lobo joven y no producía dolor, incluso podía disfrutarlo por momentos. Su pelo claro me gustaba y también su manera de morder, con bocados pequeños que no llegaban a producir sangrados. Sus ojos, también claros, lograron marearme e hipnotizarme un poco, pero lo tenía bajo control, sin dejar que se atragante, le daba de probar porciones que podíamos manejar fácilmente ambos. Llegué a tenerle cierto cariño.
Un segundo antes que el teléfono vibre, ya podía sentirlo, como si fuera parte de la antena, sabia además quien llamaba sin necesitar el caller ID.
- Cómo estás?
- Podría estar mejor.
- Necesito que hablemos.
- Necesito o quiero?
- Si. Necesito que hablemos.
- Es bastante tarde ya.
- Ya lo se, pero no puedo esperar. Desayunemos.
- Está bien.
- Por donde te paso a buscar.
- Quiero caminar un poco. Cuando encuentre un lugar te aviso.
- Hace frío. Te paso a buscar.
- No. Necesito caminar. No me importa el frio.
- Necesito o quiero?
- Podría estar mejor.
- Necesito que hablemos.
- Necesito o quiero?
- Si. Necesito que hablemos.
- Es bastante tarde ya.
- Ya lo se, pero no puedo esperar. Desayunemos.
- Está bien.
- Por donde te paso a buscar.
- Quiero caminar un poco. Cuando encuentre un lugar te aviso.
- Hace frío. Te paso a buscar.
- No. Necesito caminar. No me importa el frio.
- Necesito o quiero?
Corte y miré al lobo a los ojos. Mantuvimos un corto diálogo que ambos sabíamos que era de compromiso, por mera cortesía. Al principio se molestó.
- Me voy.
- Estás sangrando.
- No, ya no.
- Bueno, problema tuyo.
- Si, por supuesto.
- Puedo lamer tus heridas hasta que cicatricen.
- No existen tales heridas. Ves lo que querés ver.
- Quizá veo lo que vos no.
- Puede ser, pero necesitas ver más que eso para que me quede. Y no voy a hacerlo.
- La sangre atraerá más lobos. Yo puedo cuidarte.
- Voy a ver al lobo Alfa y puedo cuidarme de ella.
- Estás sangrando.
- No, ya no.
- Bueno, problema tuyo.
- Si, por supuesto.
- Puedo lamer tus heridas hasta que cicatricen.
- No existen tales heridas. Ves lo que querés ver.
- Quizá veo lo que vos no.
- Puede ser, pero necesitas ver más que eso para que me quede. Y no voy a hacerlo.
- La sangre atraerá más lobos. Yo puedo cuidarte.
- Voy a ver al lobo Alfa y puedo cuidarme de ella.
Siguió mirándome por un momento, ya comprendiendo que no tenía chances, probablemente creyendo que no iba a poder escapar del lobo Alfa pero sin saber que ya lo había hecho una vez.
Lo volví a mirar a los ojos que habían vuelto a cambiar de color, ya eran negros. Bajó la mirada y me fui.
Lo volví a mirar a los ojos que habían vuelto a cambiar de color, ya eran negros. Bajó la mirada y me fui.
Caminé con rumbo cierto pero sin saber bien que hacer. Pensé en alguna estrategia a tomar pero conocía muy bien a Alfa hasta el momento en que se volvía impredecible. Ahí era cuando me quedaba sin armas, sin planes y totalmente desnudo a merced de sus filosos dientes. Tenía que de alguna manera preveer esa situación pero sentía el miedo empezando a subir desde las plantas de los pies. A medida que avanzaba, el frio se hacía más intenso y cortante. Casi no podía pensar y unos frutos extraños que había comido hacían efecto.
SMS. Mc Donald´s de Córdoba y Medrano. Sin respuesta. En cuanto entré, supe que había elegido bien. Un lugar plástico, horriblemente ambientado, café malo y de filtro, poco clima, mucha luz artificial y en breve natural. No podía sufrir influencias externas. Seríamos ella y yo, cuerpo a cuerpo y en lugar neutral, quizá levemente a favor mío.
Compré un café y me senté contra un costado del lado de la calle, con la puerta a la vista. Un grupo de unos cinco travestis entro al rato y me atacaron con un catálogo completo de propuestas de trabajo al que ni me molesté en responder.
Concentrado en el café no la vi entrar. Se sentó sin saludar, lo que me pareció bastante lógico recordando un poco el último encuentro. Ya estaba amaneciendo y el color violáceo del cielo opacaba aún más todo.
- No me esperaste.
- Lo estoy haciendo.
- Lo estoy haciendo.
Se sacó el abrigo. Una campera de esas sintéticas, capucha con forro interno de una especie de peluche suave y muy fino, el que alguna vez acaricié. De un blanco impecable. Sin rastros de sangre. Al dejarla sobre el asiento empujó un torrente de su más exquisito perfume. Florar y delicado pero lo suficientemente intenso como para que diera justo en el blanco.
- Buen tiro.
- Que?
- Nada.
- Voy por café.
Al alejarse la miré un momento y al volver la vista al frente, uno de los travestis me hace una seña cómplice como de aprobación la que devuelvo a modo de agradecimiento, cómplice también.
Volvió con su vaso de café en la mano y lo apoyó en mi bandeja, haciendo un comentario supuestamente gracioso respecto al espacio que ocuparían dos bandejas solas en la mesa.
- No sabía que te gustaba Mc Donald´s.
- Lo odio.
- Lo odio.
Empezó a hablar. Me tomó de la mano y siguió hablando. La miré a los ojos y ella hizo una pausa.
Su mano seguía ahí tomando la mía. De alguna manera sintió que no estaba a gusto con eso y me soltó con la excusa de la necesidad de hacer un ademán, lo que use para ponerlas fuera de su alcance.
Su mano seguía ahí tomando la mía. De alguna manera sintió que no estaba a gusto con eso y me soltó con la excusa de la necesidad de hacer un ademán, lo que use para ponerlas fuera de su alcance.
El travesti por encima del hombro de ella me hacia toda clase de señas obscenas que sus amigos acompañaban con carcajadas. Una de ellas fue demasiado y logró sacarme una sonrisa.
- No sabía que te gustaban los travestis.
- No me gustan.
- No me gustan.
Siguió hablando durante unos veinte minutos que parecieron horas, acentuado esto por el sol a pleno pero sin calor.
- Olés a sexo.
- Tu olfato ya no es el mismo.
- Pude ser, pero esta vez no me equivoco.
- Olés lo que querés oler.
- Sonás bien cuando tenés miedo. Quiero que vengas conmigo.
- Ya tuvimos una conversación como esta.
- Sigue siendo la misma.
- No esperes otra cosa entonces, sigo pensando igual.
- Y lo vas a hacer toda tu vida?
- Depende de cuando vaya a morirme.
- Tu olfato ya no es el mismo.
- Pude ser, pero esta vez no me equivoco.
- Olés lo que querés oler.
- Sonás bien cuando tenés miedo. Quiero que vengas conmigo.
- Ya tuvimos una conversación como esta.
- Sigue siendo la misma.
- No esperes otra cosa entonces, sigo pensando igual.
- Y lo vas a hacer toda tu vida?
- Depende de cuando vaya a morirme.
Se paró y supuse que para arrinconarme contra la ventana cortándome la salida. Me paré también y levanté la bandeja.
- No terminaste tu café.
- No quiero más. No quiero nada más. Ya es mañana hace rato. Necesito dormir.
- No quiero más. No quiero nada más. Ya es mañana hace rato. Necesito dormir.
Silencio perpetuo y un brillo en sus ojos que no llegó a ser nada más que eso.
- Te alcanzo.
- Son sólo unas cuadras.
- Hace frio.
- Ya no.
- Como quieras.
- Necesito caminar.
- Son sólo unas cuadras.
- Hace frio.
- Ya no.
- Como quieras.
- Necesito caminar.
Salimos y la miré a los ojos nuevamente. Sabiendo el riesgo que corría pero sintiéndome a la vez seguro, la abracé y la besé. Acaricié el peluche rugoso y áspero como la piel de un cordero recién carneado. La campera, rojo oscuro, casi negro.
No escuche pasar su auto mientras caminaba. No sentía el frio. Apuré sin embargo el paso. Sangraba demasiado, pero estaba vivo.